La oportunidad para producir energía
Según un estudio independiente de la Consultora Eunomia para el Ayuntamiento de Londres, Inglaterra, una incineradora de última generación no es capaz de transformar más de un 15% de lo que quema en electricidad.
Es decir, el 85% de lo que quema una incineradora se almacena o se esparce por nuestro alrededor, provocando una contaminación medioambiental que afecta nuestras empresas, nuestra salud y el futuro desarrollo de nuestros hijos.
Coste en la salud y el medioambiente
Las incineradoras como la que se instalará en Ampudia, Palencia, emiten varios tipos de partículas ultrafinas, denominadas, en función de su diámetro, PM2,5 y PM1. Los filtros de las chimeneas retienen entre el 5 y el 30% de las PM2,5. Sin embargo la legislación no recoge límites para las PM1, mucho más finas y perjudiciales, y que los filtros no pueden retener. Estas partículas llevan adheridas metales pesados y compuestos orgánicos peligrosos. Una vez en el aire, no se frenan en la nariz ni en los bronquiolos, por lo que pasan a los pulmones y directamente al riego sanguíneo, atravesando la membrana celular y provocando alteraciones del ADN. También producen enfermedades cardiovasculares y cáncer de pulmón.
La quema de basuras provoca, además, la emisión de metales pesados como el mercurio que al ser muy volátil pasa directamente a la atmósfera. Otros elementos que salen por las chimeneas de las incineradoras son las dioxinas, los furanos, los PCBs, los PAHs, los COVs... todas ellas sustancias muy tóxicas y persistentes en el medio ambiente. Estos compuestos son carcinógenos, capaces de alterar el sistema hormonal y dañar los sistemas inmunológico, reproductor y nervioso e interferir en el desarrollo intelectual infantil (Imagen restos de cenizas producidos por la incineración).
Los residuos que provoca la quema de basuras (cenizas y escorias) son mucho más contaminantes que la basura antes de ser quemada. Todas las sustancias tóxicas y peligrosas que no se emiten a través de las chimeneas acaban en las cenizas y escorias. La quema de residuos provoca que entre un 26 y un 40% de lo que entra en la incineradora se transforme en escorias y cenizas, unos materiales que, dada su toxicidad, tienen que gestionarse y almacenarse en vertederos de seguridad.
Los estudios más recientes sobre cambio climático y gestión de residuos, como el realizado para el Ayuntamiento de Londres por la consultora Eunomia en octubre de 2007, señala la incineración una de las peores técnicas para la gestión de residuos, ya que la emisión de gases de efecto invernadero supera los supuestos beneficios de la generación de electricidad asociada a la mal llamada "valorización" de los residuos.
Más información aquí, página 7 del informe.
Según un estudio independiente de la Consultora Eunomia para el Ayuntamiento de Londres, Inglaterra, una incineradora de última generación no es capaz de transformar más de un 15% de lo que quema en electricidad.
Es decir, el 85% de lo que quema una incineradora se almacena o se esparce por nuestro alrededor, provocando una contaminación medioambiental que afecta nuestras empresas, nuestra salud y el futuro desarrollo de nuestros hijos.
Coste en la salud y el medioambiente
Las incineradoras como la que se instalará en Ampudia, Palencia, emiten varios tipos de partículas ultrafinas, denominadas, en función de su diámetro, PM2,5 y PM1. Los filtros de las chimeneas retienen entre el 5 y el 30% de las PM2,5. Sin embargo la legislación no recoge límites para las PM1, mucho más finas y perjudiciales, y que los filtros no pueden retener. Estas partículas llevan adheridas metales pesados y compuestos orgánicos peligrosos. Una vez en el aire, no se frenan en la nariz ni en los bronquiolos, por lo que pasan a los pulmones y directamente al riego sanguíneo, atravesando la membrana celular y provocando alteraciones del ADN. También producen enfermedades cardiovasculares y cáncer de pulmón.
La quema de basuras provoca, además, la emisión de metales pesados como el mercurio que al ser muy volátil pasa directamente a la atmósfera. Otros elementos que salen por las chimeneas de las incineradoras son las dioxinas, los furanos, los PCBs, los PAHs, los COVs... todas ellas sustancias muy tóxicas y persistentes en el medio ambiente. Estos compuestos son carcinógenos, capaces de alterar el sistema hormonal y dañar los sistemas inmunológico, reproductor y nervioso e interferir en el desarrollo intelectual infantil (Imagen restos de cenizas producidos por la incineración).
Los residuos que provoca la quema de basuras (cenizas y escorias) son mucho más contaminantes que la basura antes de ser quemada. Todas las sustancias tóxicas y peligrosas que no se emiten a través de las chimeneas acaban en las cenizas y escorias. La quema de residuos provoca que entre un 26 y un 40% de lo que entra en la incineradora se transforme en escorias y cenizas, unos materiales que, dada su toxicidad, tienen que gestionarse y almacenarse en vertederos de seguridad.
Los estudios más recientes sobre cambio climático y gestión de residuos, como el realizado para el Ayuntamiento de Londres por la consultora Eunomia en octubre de 2007, señala la incineración una de las peores técnicas para la gestión de residuos, ya que la emisión de gases de efecto invernadero supera los supuestos beneficios de la generación de electricidad asociada a la mal llamada "valorización" de los residuos.
Más información aquí, página 7 del informe.